miércoles, 25 de enero de 2012

Zarabanda

Tantos vericuetos, tantos abismos. Siendo ahora la svastika, siendo ahora el dolor de padre, arcilla seca, rodilla resentida, peón peonza. Permanecer en la zarabanda, entregando mi cuerpo a su fe, a su infinitud.
Una mujer se arrodilla en el banco de la iglesia y, frente a ella, pide por una travesía tranquila, por el cese del tormento. 
Existe una región en la que los hombres miran sin ser vistos y bajo el pelo ocultan lo no dicho. Hacia allí me encaminé con ánimo de escudriñar hasta que un dedo brotó de la tierra y asaltó uno de mis ojos. Ahora, tuerto, aún discrimino entre lo claro y lo oscuro en las noches de luna llena.

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