lunes, 23 de enero de 2012

Asesinato





Y cualquiera podía ser un asesino. El tendero austero, la vecina coja, el portero maniático, el alumno disciplinado, la madre compasiva, el amante dependiente... cualquiera de ellos tenía un par de manos para estrangularme, para estrangularse.
El desprecio. No hacía falta nadie para sepultarme, ¿cómo pasearse ahora? ¿con qué pretexto mirar? ¿con qué pudor simular?

No hay comentarios:

Publicar un comentario