domingo, 22 de enero de 2012

Angosto, mes que asquea al transeúnte




El calor es un regalo del sol que gozan los vivos, por eso el diálogo cotidiano en torno al sopor y al rechazo de las temperaturas me remite a la podredumbre del "ser que se queja por todo lo que le rodea" y que aún no ha re-abierto su cuerpo a la recepción incondicional. 
Hubo un tiempo en el que la vida era algo más que frío y calor. Hubo un tiempo de misterio en el que el juicio, aún en pañales, cumplía su humilde función sin entrometerse en las decisiones de los altos órganos de gobierno. 
Ahora, si no hay juicio, no te descuides, que llegarán a tu casa ambulante los usurpadores de astros, los pícaros celestes que traman orgías en alcobas austeras, los faunos enmascarados de saber y esperanza.
No hay nadie más que tú tras el espejo. 
No hay en el otro nada más de lo que ves... si es que tienes tiempo para mirar.

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