lunes, 15 de abril de 2013

Nota teatral



La voz siempre pretende. Lo que uno dice debe ser al menos oído, si no se aborrece. El que escucha se queja porque no oye, porque, pese al giro del cuello y el direccionamiento de la oreja hacia la fuente de sonido, sigue sin oír.
Si el que ve ha de dejar de mirar para oír... mal asunto. El esfuerzo del que ve y escucha está en otro lugar, más allá de los sentidos.

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