viernes, 27 de enero de 2012

Aquí nadie hiberna








El invierno en nuestras vidas no es sinónimo de hibernación, quizás lo fue en alguna era, pero en nuestro tiempo virtual todo está prevenido energéticamente, y no necesita de hipotermias reguladas ni de braseros introspectivos. Así que nada, todos a las calles, a perderse entre apariencias y bufandas, a mostrar el palmito de temporada otoño-invierno y a encoger los hombros, y cuando volvamos a casa encendamos el ordenador, la televisión, el ipod, y la cortadora de chope. 

Dice que por siempre... y se entrega inquieta como la corriente. 
Dice que te siente... simiente.

jueves, 26 de enero de 2012

Sentarse en una silla, con humildad














Al sentarte en una silla determinas dónde han de sentarse los otros. Si no hay más sillas, los otros se sentarán en el suelo, se quedarán de pié, o se marcharán.
Al callar determinas el silencio. Y el silencio es la compuerta al encuentro, o el fin de la existencia.

miércoles, 25 de enero de 2012

Zarabanda

Tantos vericuetos, tantos abismos. Siendo ahora la svastika, siendo ahora el dolor de padre, arcilla seca, rodilla resentida, peón peonza. Permanecer en la zarabanda, entregando mi cuerpo a su fe, a su infinitud.
Una mujer se arrodilla en el banco de la iglesia y, frente a ella, pide por una travesía tranquila, por el cese del tormento. 
Existe una región en la que los hombres miran sin ser vistos y bajo el pelo ocultan lo no dicho. Hacia allí me encaminé con ánimo de escudriñar hasta que un dedo brotó de la tierra y asaltó uno de mis ojos. Ahora, tuerto, aún discrimino entre lo claro y lo oscuro en las noches de luna llena.

martes, 24 de enero de 2012

¿Qué sinceridad alberga tu corazón?

¿Qué sinceridad alberga tu corazón?
No hay sangre que maldiga a la vida.
Puedo ver millones de suicidas cotidianos buscando empecinados a la muerte.
Puedo ver párpados pesados y gorriones inocentes.
Puedo ver el tormento y la desdicha de no ser.

lunes, 23 de enero de 2012

Asesinato





Y cualquiera podía ser un asesino. El tendero austero, la vecina coja, el portero maniático, el alumno disciplinado, la madre compasiva, el amante dependiente... cualquiera de ellos tenía un par de manos para estrangularme, para estrangularse.
El desprecio. No hacía falta nadie para sepultarme, ¿cómo pasearse ahora? ¿con qué pretexto mirar? ¿con qué pudor simular?

domingo, 22 de enero de 2012

Angosto, mes que asquea al transeúnte




El calor es un regalo del sol que gozan los vivos, por eso el diálogo cotidiano en torno al sopor y al rechazo de las temperaturas me remite a la podredumbre del "ser que se queja por todo lo que le rodea" y que aún no ha re-abierto su cuerpo a la recepción incondicional. 
Hubo un tiempo en el que la vida era algo más que frío y calor. Hubo un tiempo de misterio en el que el juicio, aún en pañales, cumplía su humilde función sin entrometerse en las decisiones de los altos órganos de gobierno. 
Ahora, si no hay juicio, no te descuides, que llegarán a tu casa ambulante los usurpadores de astros, los pícaros celestes que traman orgías en alcobas austeras, los faunos enmascarados de saber y esperanza.
No hay nadie más que tú tras el espejo. 
No hay en el otro nada más de lo que ves... si es que tienes tiempo para mirar.

jueves, 12 de enero de 2012

¿Superficie?

Sobre la superficie, más allá del arco iris, dónde el color rojo se vuelve más oscuro, pendía un nido. Allí vivía la mujer que miraba hacia abajo, a través de los puentes, los tejados, los pozos, las cavernas y los paragüas. Entre hilos azules y paja blanca mantenía caliente su cuerpo desnudo.

martes, 10 de enero de 2012

Birth Day


Estallaron las venas de sus manos desesperadas por asir lo inasible. "Si no aprietas se te muere" dijo un celador fornido aupado encima de su vientre para presionar con su culo y sus puños sobre mi. Al parecer retardaron el nacimiento con una jeringuilla ante la ausencia del médico en el turno de noche. Ella, sola, en un último arrebato, fuera ya del dolor humano, provocó la expulsión de mi cabeza blanca, sin gesto, sin ánimo de llorar, con el cordón umbílical enredado en mi cuello queriendo decapitar lo que aún no ha florecido. Desde entonces la incubadora sigue siendo mi segundo hogar.